El casco histórico de Cartagena se encuentra al sur de la actual ciudad marítima, rodeado por 5 colinas y abrazando al puerto deportivo.
Paseando por sus calles de trazado medieval podemos encontrar domus romanas en los sótanos de edificios modernistas y castillos medievales sobre fortalezas de la Guerra Civil. Contrastes acusados que pasean por la historia de la arquitectura y que en ocasiones se solapan de manera literal arremolinándose en torno al centro neurálgico de actividad urbana, comercial, artística y deportiva de una ciudad que lleva en funcionamiento más de dos mil años.
Desgraciadamente, la zona se encontraba en un lamentable estado de degradación. Pese a ésto resulta difícil de imaginar un espacio urbano más inspirador que una colina que se alza frente a un palacio consistorial modernista y oculta en su interior tantas capas sucesivas de ocupación (romana, bizantina, árabe, medieval,...) coronada con las ruinas de una catedral bombardeada.
El proyecto de Rafael Moneo proponía además de la dotación de la ciudad con un Museo y la restauración del Teatro romano, un centro de investigación, la reactivación de la zona y su reorganización
Se combinan dos estrategias principales:
- El predominio de las preexistencias disponibles en detrimento de la nueva intervención y el contraste entre las dos vertientes. (Cabe resaltar que la zona de actuación forma parte del P.E.O.P)
- La comunicación mediante corredores subterráneos en contraposición con la colonización del espacio público.
Los dibujos son míos, que conste. |
El arquitecto y su equipo han sabido pivotar sobre el edificio principal la conexión del entramado urbano con el parque del Castillo de la Concepción dándole un acceso fluido e intuitivo del que carecía a priori.
Por otro lado, parece importante mencionar que el edificio no sólo se relaciona con el entorno superficial y el entramado urbano, sino que también está en estrecha comunión con la arqueología de la zona. En lugar de un contenedor para ella, ha creado un espacio para con ella. sirviéndose de ella para servirla. (Las piezas repuestas son fácilmente identificables, de manera que no se priva al teatro de su condición de yacimiento).
Como conclusión se podría decir que Moneo redescubre esta parte de la ciudad, se mimetiza con ella y le saca el máximo partido con un acertado “golpe de kárate”.